Padres españoles empiezan a cuestionar la cirugía por sistema de sus bebés intersexuales
La profesora de guardería de Sara, que ahora tiene 36 años, advirtió a sus padres de un inusitado tamaño de sus genitales cuando tenía año y medio. Los pediatras dictaminaron que a la pequeña de Alicante había que intervenirla quirúrgicamente lo antes posible para extirparle los testículos internos que tenía en lugar de ovarios. Sara entró en quirófano dos veces, a los 2 años y a los 4. En el primer postoperatorio permaneció diez días aislada, y atada a la cama, sin que sus padres pudieran acompañarla más que a través de un cristal.
"Ojalá no me hubieran intervenido. Para mí esas dos operaciones fueron dramáticas y dolorosas. Son el mayor trauma de mi vida", reconoce la mujer intersexual que elige el pseudónimo de Sara para poder hacer pública su historia en este reportaje.
En el hospital La Fe de Valencia, los padres de una niña como Sara —nacida con órganos sexuales que no se ajustan al modelo binario hombre o mujer— han tomado la determinación de no permitir la operación que modificaría los genitales externos de la pequeña. Además, han solicitado expresamente al centro que su hija pase las revisiones justas y que en la consulta no haya más médicos de los estrictamente necesarios. También han rechazado terapias hormonales hasta que su hija pueda manifestar su identidad sexual, siempre que su salud se lo permita.
Entre ambas menores median más de treinta años, los que han hecho falta para que en España empiecen a soplar vientos de cambio hacia la reivindicación de una asistencia médica y psicosocial más acorde a los derechos humanos para la intersexualidad, el término que se utiliza para describir a una gama de 40 variaciones del cuerpo humano que no casan con la descripción física y cromosómica de lo que se entiende por un niño o una niña.