l invierno va a ser duro. Si el recibo de la electricidad ha subido un 20% en los últimos seis meses, imagínense la que nos espera en la estación con más frío y menos luz del año. Todos los indicadores apuntan a nuevas subidas hasta situar esta partida de la economía doméstica en niveles de alto riesgo para los usuarios más modestos. Ya había mucha gente sumida en la pobreza energética, gente que apenas podía encender la calefacción, y la temporada que viene habrá mucha más de no ponerle algún remedio el nuevo ministro de Energía.
Será, por ejemplo, el caso de cientos de miles de hogares que se acogieron años atrás a la fórmula de los acumuladores de calor con unas tarifas nocturnas que promocionaron las compañías eléctricas y la propia Administración como una propuesta de ahorro a largo plazo. A quienes lo implantaron en sus casas, no solo les dejaron colgados después, eliminando dicha tarifa con toda la instalación montada en la que habían invertido un buen dinero, sino que, durante la anterior legislatura, multiplicaron exponencialmente la parte fija del recibo, que para ellos repercute en exceso al verse obligados a contratar una potencia muy elevada. El resultado es brutal y exige una solución antes de que los casos como el de la anciana de Reus se multipliquen.